Artículo originalmente publicado en La República
Por Ricardo Uceda
El 9 de noviembre, mientras el Congreso vacaba a Martín Vizcarra, desde el hotel Hilton, en Miraflores, el IPYS transmitía la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación, (COLPIN 2020), que anualmente suele mostrar resultados asombrosos de las búsquedas periodísticas en la región. Al final se premian a las mejores. Contra lo que se suponía, las investigaciones relacionadas con el coronavirus no fueron las de mayor impacto, aunque había trabajos muy importantes, con un común denominador: ya fuera por corrupción, o apresuramiento, o ineptitud, en casi todos los países hubo compras supervaloradas. De medicamentos, de mascarillas, de respiradores, de materiales.
También se contaron mal los muertos, y un ejemplo peruano lo mostró Barbara Fraser al exponer el caso del hospital regional de Iquitos, publicado en Ojo Público, donde hubo nueve veces más fallecidos que lo que dijeron las cifras oficiales. Fue en una mesa donde una decena de ponentes mostraron sus aportes, como el mapa interactivo que diseñó el Grupo Globo, de Brasil, con un registro consumado del avance de la pandemia. Los casos sobresalientes de Covid-corrupción tuvieron una sesión aparte. Uno de ellos quedó finalista en el Premio Latinoamericano: el de Marjorie Ortiz, de El Universo, de Guayaquil, revelador de un mecanismo de pago de sobreprecios en las compras del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social.
Agua, partos, ciencia
El trabajo ganador, realizado por ocho periodistas de la ONG Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), demostró un desvergonzado mecanismo de privilegios en el aprovechamiento del agua para beneficio de hacendados y empresas. Esto mientras a su lado viven pobladores sin el recurso. La investigación produjo evidencias incontrastables –bases de datos, filmaciones, títulos–, nombres y rostros de la inequidad. El esfuerzo de un año de búsqueda fue determinante en la valoración del jurado.
Como MCCI en México, cada vez más asociaciones sin fines de lucro emplean a periodistas profesionales y financian investigaciones grandes que medios tradicionales difícilmente acometerían. Así, Open Democracy, una ONG global, investigó situaciones de violencia obstétrica durante la pandemia en parturientas de varios países de América Latina. El trabajo, otro de los finalistas, fue hecho por cinco experimentadas reporteras en Argentina, Venezuela, Ecuador, Uruguay y México. También fue finalista La Mafia de la ciencia, de José Ricardo Balderas, de la ONG PODER, sobre el uso indebido de fondos públicos por parte de académicos mexicanos.
Medios alternativos
Por otra parte, destacan asociaciones de periodistas creadas específicamente para investigar y que funcionan con dinero de filántropos internacionales. Este año seis de sus trabajos fueron finalistas y expusieron en COLPIN. Jeremy McDermott, de Insight Crime, persiguió como un sabueso a un narco desaparecido hasta encontrarlo en España. CLIP, un grupo de investigadores transfronterizos, ofreció dos extensas búsquedas, ambas finalistas. Paraísos de dinero y fe, que acaba de ganar el premio Ortega y Gasset, describe el componente delictivo de ciertas organizaciones evangélicas en América Latina. La segunda fue una investigación sobre una mala investigación: la que hizo la fiscalía mexicana en Chihuahua acerca del asesinato de la periodista Miroslava Breach, en marzo del 2017.
Franco Berton, de Mongabay Latam, que investiga asuntos ambientales, demostró el modus operandi de los piratas de la madera en la Amazonía de Bolivia. A su vez, una alianza de medios y ONG reveló las dimensiones del contrabando de oro en Venezuela, luego de un viaje de los periodistas por todas las rutas de la minería ilegal. De estas ONG periodísticas fue ArmandoInfo, precisamente de Venezuela, la que obtuvo el tercer lugar.
Bala en el corazón
Roberto Deniz, de ArmandoInfo, continuó la saga de revelaciones sobre los negociados que, bajo protección del gobierno de Nicolás Maduro, realiza el empresario colombiano Alex Saab. Los amenazados periodistas del grupo investigativo tuvieron que salir de Venezuela, pero Saab es solicitado por las autoridades de Colombia y los Estados Unidos a causa de los reportajes. Este año Deniz demostró que Saab compró a parlamentarios de la oposición venezolana para que lo defendieran de las acusaciones que enfrenta. El trabajo empató en el tercer lugar con Ejecuciones en el campo, un sobrecogedor informe de Juan Carlos Bow, de Confidencial, de Nicaragua, que documenta treinta asesinatos no investigados por fuerzas al servicio de Daniel Ortega.
El renunciante
Una investigación finalista fue Las concesiones infinitas de ETECSA, de Darcy Borrero y Alberto Toppin, una radiografía de la oscura empresa estatal dedicada a las telecomunicaciones en Cuba. Otra fue Mafia en el campo, de Sergio Rangel, de TV Globo, acerca de la manipulación de resultados en el fútbol brasileño. La presentación del legendario periodista colombiano Ricardo Calderón, autor de las más importantes investigaciones de su país, y el mejor informado sobre asuntos de seguridad, fue uno de los platos fuertes. Su extraordinario trabajo sobre los seguimientos del Ejército a periodistas y opositores –que causó la caída del ministro de Defensa– se llevó el segundo lugar del Premio Latinoamericano. Nunca antes Calderón se había presentado en público. Cuando intervino, el 9 de noviembre, hablando de cómo obtuvo acceso a las fuentes más inverosímiles, aún era director de la revista Semana. Unas horas después se vio obligado a renunciar, seguido por los principales periodistas. Nuevos accionistas le dieron un giro distinto a la publicación. Un signo más de que el periodismo camina con rumbo desconocido.
(*) El autor es Director Ejecutivo del IPYS