En el Teatro Politeama de esta ciudad, que en marzo pasado cumplió un siglo, un prominente político de izquierda inaugura la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación (COLPIN 2021). Es Yamandú Orsi, hoy Intendente del departamento, en 2022 quizá candidato del Frente Amplio en las elecciones presidenciales. El gobierno de Canelones ofreció facilidades logísticas como auspiciador de la mayor cita anual de periodistas investigativos. Pudiera sorprender esta hospitalidad cuando varios de los convocados sufren exilio o persecución judicial a causa de regímenes de izquierda. En una butaca está el artista independiente cubano Michel Matos, miembro del Movimiento San Isidro. En el programa destacan exposiciones de periodistas acosados de Venezuela, Nicaragua y México. El orador principal de esta noche es, precisamente, Carlos Fernando Chamorro, un exiliado político, director de Confidencial, el programa de investigaciones proscrito por el gobierno de Nicaragua.
Un peruano no puede dejar de reflexionar que el presidente Pedro Castillo no promovería una reunión así. Tampoco los líderes de las izquierdas peruanas que lo apoyan, indiferentes a la represión contra sus pueblos en los gobiernos de sus prójimos. La represión incluye a la prensa que los critica, porque es considerada parte del campo enemigo. Pero Orsi pertenece a una izquierda democrática. Su discurso en la noche inaugural terminó con este llamado:
─ ¡No aflojen!
Las mejores
En la COLPIN 2021 se describieron investigaciones sobre crímenes, latrocinios, abusos sexuales, espionaje y sobre casi todo lo que anda mal en América Latina. El premio latinoamericano de la especialidad lo ganó James Alberti, de TV Globo, con una investigación sobre los presos inocentes por haber sido mal identificados en un catálogo de sospechosos de la policía brasileña. Son centenares y el 83 % negros. El trabajo requirió un enorme levantamiento de datos y produjo modificaciones legislativas. Un jurado de editores eminentes debatió arduamente para decidir si esta búsqueda tenía más méritos que la que finalmente quedó en segundo lugar, del extraordinario investigador colombiano Ricardo Calderón. Tras haber dejado la revista Semana ahora brilla en Noticias Caracol. Demostró la falsedad de la versión oficial sobre la muerte de 24 presos en la cárcel La Modelo, de Bogotá, luego de analizar 270 videos inéditos y de entrevistar a decenas de internos, familiares y guardianes de la prisión. Lo que hubo fueron asesinatos, torturas, vejámenes atroces.
En la conferencia Calderón electrizó al auditorio con otra investigación grandiosa, también para Noticias Caracol. Difundió una serie de audios de los asesinos del presidente de Haití, Jovenel Moise. Demostraron el involucramiento en el magnicidio del actual primer ministro, Claude Joseph. Fue una primicia mundial. El arte del trabajo consistió en el manejo de fuentes para obtener la lluvia de audios comprometedores. Con este material Calderón reconstruyó por completo el crimen y las 36 horas posteriores, logrando establecer lo que realmente ocurrió.
Una celebración
Por otra parte, hubo mesas de reflexión, todas integradas por grandes personalidades del oficio. En una Cristian Alarcón presentó trece ensayos provenientes del libro Futuro Imperfecto. ¿Hacia dónde va el periodismo? En otra sesión se abordaron temas esenciales sobre la relación entre la prensa y los gobiernos. Fernando Ruiz, presidente del Foro de Periodismo Argentino, planteó que los periodistas deben ser más conscientes del poder que tienen y dividió esta fuerza en varias piezas. Por ejemplo, la capacidad de influir en las políticas públicas. Otra, la de producir comunidades de víctimas: las directamente afectadas por los hechos denunciados. En este panel era inevitable abordar lo que ocurre en Brasil y México, cuyos presidentes, de distinto signo ideológico, son enemigos de la prensa independiente.
Un panorama distinto pintó Raúl Olmos, investigador periodístico de MCCI, un grupo anticorrupción mexicano. A diferencia de Bolsonaro, cuya aceptación bajó al 19%, la de Andrés Manuel López Obrador bordea el 70%. Hay versiones decepcionadas sobre la calidad de su gobierno ―no es el tema aquí―, pero en algo tuvo éxito indiscutible: logró silenciar a una parte de la prensa tradicional, mientras él mantiene su popularidad a punta de conferencias de prensa diarias y apariciones públicas, cual eterno candidato. La publicidad estatal se ha reducido para beneficiar a quienes no van a criticarlo: las poderosas Televisa y TV Azteca, y la antiguamente indómita Jornada, hoy oficialista, quizá la más penosa enfermedad que puede contraer un medio que alguna vez combatió.
Otra celebración
AMLO vitupera, en cambio, al diario crítico de derechas Reforma (“un pasquín inmundo”) y a quienes publicaron indicios de corrupción de su entorno: Carmen Aristegui y la digna revista de izquierda Proceso (“el hampa del periodismo”). Como no están de acuerdo con él, son enemigos del pueblo. Este rasgo nos permite volver a Perú.
Ya sabemos que Pedro Castillo sería igual o peor que AMLO contra el periodismo crítico si tuviera más fuerza. Ha expresado conceptos similares. Pero fue la prensa no oficialista, defectuosa y enemistada entre sí, la que expuso la incapacidad y corrupción en su gobierno. No fue el Congreso ni el Ministerio Público. Esto también es motivo de celebración en las actuales circunstancias, pues nadie más lo iba a hacer.
(*) Esta es la última columna firmada por el autor en este diario.
Fuente: La República