Escrito por Emilia Delfino
¿De qué estaba hecho Enrique Flor Zapler? Es preciso indagar en su corto pero profundo pasado, como él hubiese hecho, repasando las conversaciones, sus escritos, sus notas, sus posteos, sus acciones, sus gestos y sus bromas; consultando con la ayuda del equipo del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) a aquellos que han sido parte de la vida del hombre de risa fácil y sentido agudo para la nobleza y la valentía.
Llegó un 28 de enero de 1972, a Lima, Perú. Nacido para ser periodista fue un investigador incansable y comprometido que defendió los derechos de su comunidad exponiendo los abusos de los poderosos, pequeños y gigantes.
Fue padre de Mariana, amigo entrañable, abridor de puertas y goleador de media cancha. Murió a los 50, este domingo 13 de marzo por la noche, en el Centro Médico Perdeu del hospital Jackson Memorial, Miami, Estados Unidos, debido a complicaciones por una serie de accidentes cerebrovasculares (ACV), informó su hermana Mariella.
Los últimos doce años de su admirable carrera los hizo en El Nuevo Herald, periódico de Florida con el que estaba profundamente agradecido.
Kike Flor o Kikín, para la familia, los amigos y colegas que ya lo extrañan, se graduó de la Universidad de Lima y empezó trabajando de periodista cubriendo deportes. La crisis política que marcó a Perú en la década de 1990 lo impulsó a investigar a quienes manejaban los hilos de su país. En 1995, el periodista Ricardo Uceda lo convocó para integrar la Unidad de Investigación de El Comercio. Enrique ya trabajaba en el diario peruano pero en otra sección. “Pedí su traslado luego de averiguar mucho. Apenas lo conocía”, recordó el director ejecutivo de IPYS. "Te llevas al mejor", le dijo el entonces subdirector del periódico, Alejandro Miró Quesada. “Era un gran reportero. Tenía perspicacia y persistencia. Cuando proponía algo ya lo había estudiado y, finalmente, al cabo de la búsqueda, generalmente esta era exitosa. Sin embargo, cuando supe de su muerte, lo primero que me dije es que fue una de las personas con mayor calidad humana que he conocido”, afirmó Uceda.
Enrique Flor se especializó en casos de corrupción. Formó parte del equipo de la investigación La Fábrica de Falsificación de Firmas, que sacó a la luz cómo partidarios del entonces presidente Alberto Fujimori habían presentado firmas falsas para que el mandatario accediera a un tercer mandato presidencial en 2000. El trabajo fue premiado por la Sociedad Interamericana de Prensa en 2001 y por la Fundación para un Nuevo Periodismo en 2002. Le costó el poder a Fujimori.
Oscar Castilla, periodista peruano, director de Ojo Público, resaltó en su cuenta de Twitter no sólo el icónico caso de las firmas falsas: también, la participación de Kike en la investigación del enriquecimiento ilícito del ex comandante general de la Marina almirante Antonio Ibárcena, “uno de los tridentes militares de Fujimori y (Vladimiro) Montesinos; y luego, en democracia, en los casos de corrupción del gobierno de Alejandro Toledo”.
“Sin embargo, más que de sus casos famosos o de su ya legendaria pericia futbolística, Kike siempre hablaba de los años en los que se forjó su olfato periodístico: de comisión por Lima Metropolitana en los '90, cubriendo historias locales de todo tipo”. Allí, volvería, pero en otra ciudad.
Ricardo Uceda y Enrique Flor
De legado
Tras casi una década en el equipo de investigación de El Comercio, Enrique Flor migró al sur de Florida a finales de 2003, junto a su familia. Este lunes, su colega Sarah Moreno, de El Nuevo Herald lo homenajeó en un texto y resaltó que al llegar a Estados Unidos “desempeñó labores de valet parking hasta que comenzó a trabajar en el periodismo, en El Sentinel, la sección en español del diario Sun Sentinel. Comenzó en el Nuevo Herald en el 2010 invitado por el entonces director del periódico, Manny García, que conocía su reputación como periodista de investigación en Perú”, escribió Moreno. “El impacto que ha tenido su trabajo en el sur de la Florida queda como legado”, dijo García a El Nuevo Herald.
“Con Kike Flor podría hablar horas y horas de periodismo sin caer en la tentación, tan extendida en este oficio, de comentar nuestros éxitos (el rito inevitable de mostrarnos las medallas)”, afirmó Gerardo Reyes, director de la unidad de investigación de Univisión, otro de sus mentores y uno de los periodistas más admirados por Enrique Flor. “Kike era el mejor contertulio para discutir con franqueza documentada las fallas y los logros de otros colegas en América Latina. Y como buen crítico, sus trabajos eran impecables. Así, con esa sonrisa socarrona y su ironía limeña, modesto y perseverante (un chamba, en peruano), se convirtió en el terror de los funcionarios públicos de Hialeah, una populosa ciudad de clase media vecina de Miami”, resaltó Reyes.
El trabajo de Flor en la comunidad de Hialeah se centró en registrar cómo se vulneraban los derechos de sus habitantes y cómo esos abusos impactaban en sus vidas. “Hialeah copió casi todas las modalidades de corrupción de nuestros países y Kike se encargó de sacarlas a la luz en El Nuevo Herald”, afirmó Reyes, quien también destacó una particularidad de la visión de Enrique Flor sobre el poder y el periodismo: “A él lo tenían sin cuidado las jerarquías de los escándalos. Después de todo había demostrado en El Comercio del Perú que también era capaz de tumbar presidentes”.
En 2012, su trabajo junto a un equipo de colegas le valió el Herald Hero Award luego de que lograran documentar el esquema de fraude de votos por correo que rozó a políticos del condado Miami-Dade. Más tarde, una de sus últimas investigaciones fue “Condos de pesadillas”, también en equipo, con Univisión 23, en la que destaparon un masivo fraude electoral y otras irregularidades de las juntas directivas de las asociaciones de condominios.
En 2017, Enrique Flor se encontraba en el aeropuerto de Miami, esperando para abordar un vuelo. Estaba escribiendo en su computadora portátil una nota periodística cuando sufrió un accidente cerebrovascular. Un equipo de rescate lo sacó de allí y lo llevó a un hospital, donde permaneció un tiempo internado, tratando de recuperar el sentido. Cuando despertó apenas podía hablar y el lado izquierdo de su cuerpo estaba paralizado. Su vida, como la conocía, se había desvanecido, pero no el cariño y respeto que se supo ganar.
Comenzó un largo camino de recuperación en Miami. Debía volver a aprender a hablar, a escribir, a caminar, a vestirse. “Una enfermedad había tumbado a Kike, pero nunca le quitó el espíritu de periodista y la garra que tenía”, aseguró Fabiola Torres, colega peruana, directora de Salud con Lupa.
De risas
“Conocí primero la sonrisa y los hoyuelos de Kike. Detrás de él llegaron sus enseñanzas, su bondad, su calidad humana dentro de un envase qué parecía estar siempre, siempre feliz y dispuesto a compartir con quien se arrimara a cobijarse bajo su gran árbol”, lo recordó este lunes la periodista de investigación Mabel Rehnfeldt, de ABC Color, en Paraguay.
“Sus salidas eran siempre geniales, divertidas y ocurrentes. En uno de los congresos -creo que el megaevento de Río de Janeiro, donde Ipys y Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación, Colpin, se lucieron con un evento mundial-, Kike hizo de las suyas. Una mañana debíamos trasladarnos en bus hasta algún lugar qué ya no alcanzo a recordar. Los primeros en subir al bus fueron los grandes maestros, todos sentados adelante (los jóvenes llegarían después, atrasados, entre risas cómplices, guiños y sabor a una noche de ron qué habrá sido bien movida. Elegimos los asientos del fondo). Delante ya estaban nuestros maestros: Gerardo Reyes, Daniel Santoro, Ricardo Uceda, probablemente iba también Santi O’Donnel, Nacho Reyna… y Kike”, relató Rehnfeldt.
“Debo haber hecho un comentario del tipo, ‘¡aquí están los padres del periodismo latinoamericano!’. Kike, muy suelto de lengua me corrigió: ‘No nos habrás querido llamar los abuelitos del periodismo latinoamericano, ¿verdad? Porque eso serán ellos! Yo estoy joven’, dijo, y entre risas se levantó y fue al fondo a mezclarse con los qué aún no nos despertábamos”.
Por eso, como otros tantos compañeros, Rehnfeldt lo recordará como “el eterno joven bailoteando”. Antes de su primer derrame, le gustaba bailar y saltar al ritmo de Los Prisioneros, Soda Stereo y otros grupos de la región que marcaron a su generación. Después de su primer accidente cerebrovascular, a principios de 2017, decía muy seguido que anhelaba poder volver a hacerlo. Su anteúltimo posteo en Facebook, la red social que más utilizaba, fue un video de un recital de sus favoritos chilenos tocando “¿Por qué no se van?”. “Paramar”, “Estrechez de corazón”, “Nunca quedás mal con nadie”, estaban entre sus favoritas.
“A Kike lo conocí en algún evento periodístico de esos que organizaba incansable, hace unos 20 años. Su extraordinario sentido del humor y el terreno común de hablar de investigaciones (en camino y las que soñábamos hacer) nos amarró para siempre. Sensible, responsable, solidario, buen amigo, excelente periodista”, afirmó Tamoa Calzadilla, periodista de investigación de Univisión, venezolana, y continuó: “El periodismo en el que creemos pierde a uno de sus grandes. Gran Kike, qué ganas de escuchar alguna de tus incansables bromas justo ahora”.
Enrique Flor y colegas en la GIJN
De generosidad
El periodista colombiano Carlos Eduardo Huertas, director de Connectas, uno de los medios para los que trabajó Enrique, no puede evitar repetir la palabra “energía” cuando habla de su amigo Kike Flor. “Era un sabueso, un investigador clásico y apasionado, que trabajaba contra los abusos del poder y tenía una generosidad desbordada y genuina”, afirma. Genuino. Esa cualidad también le cabía muy bien a Flor.
David Hidalgo, periodista de Perú, recordó una de las formas que tomaba esa generosidad genuina: “La noche de los premios Colpin 2016, en Panamá, mi equipo de Ojo Público había ganado uno de los premios y tocaba recibirlo ante un auditorio con más de mil periodistas y participantes de una cumbre global contra la corrupción. Uno de los mejores momentos, detrás de cámaras, fue cuando Kike me buscó, me dio un abrazo y celebró como si él también hubiera ganado ese premio”. Ese gesto llegó en el momento preciso pero sin cálculo mediante. Hidalgo nunca lo olvidó.
“Él nunca ocupaba el lugar de protagonista pero siempre fue inspirador”, afirmó Huertas, quien recordó un espacio que fue clave para Flor: “Cuando quedó a cargo del Banco de Investigaciones de IPYS, trabajo por el cual estaba muy agradecido, empezó a documentar los casos más importantes que llegaban a la organización y él se convirtió en el banco de investigaciones. Acumuló un gran conocimiento sobre las historias que se desarrollaban en América latina”.
Su personalidad lo convirtió en un periodista indispensable en un territorio que suele aparecer marcado en los mapas de los periodistas de investigación latinoamericanos: Florida. “Recuerdo que una vez lo llamé para consultarle algo sobre una persona que vivía en el estado de Florida”, contó el periodista argentino Hugo Alconada Mon, del diario La Nación. “Mi esperanza era que él me pudiera orientar sobre algún registro público al cual yo pudiera solicitar documentos, pero 24 horas después me mandó un mensaje: había ido hasta allí, a más de 100 kilómetros de Miami, para buscar a esa persona. Así era Kike. Generoso, dispuesto, siempre con una sonrisa. Incluso cuándo comenzaron sus problemas de salud, demostró la madera de la que estaba hecho”, afirmó Alconada Mon.
“Una vez tuve una emergencia y tuve que pasar una noche en Miami, antes de seguir el viaje a otra ciudad en los Estados Unidos. Llamé a Kike, me recogió en el aeropuerto, me dio hospedaje en su casa, me sirvió de paño de lágrimas cuando le conté de la situación que atravesaba. Un amigo leal, un gran ser humano, un colega de verdad”, escribió la reportera colombiana Catalina Lobo-Guerrero.
Esa generosidad que lo caracterizaba “ayudó a conectar a colegas en toda América Latina”, afirmó Emilia Díaz-Struck, periodista venezolana y coordinadora de los colegas de la región en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). “Siempre sonriente, luchador y colaborador. Grandes revelaciones en sus trabajos periodísticos y, al mismo tiempo, su acompañamiento a trabajos de otros colegas dejan una huella importante en el periodismo latinoamericano”. Como muchos y muchas de nosotros, le agradeció por ello.
Enrique Flor, Adriana León, Christopher Acosta y Emilia Díaz Struck
De nobleza y paciencia
Ignacio Rodríguez Reyna, periodista mexicano, fundador de Quinto Elemento y de la revista digital Emeequis, aseguró que las palabras se quedan cortas para describir la calidad humana de Kike Flor. “Tan gentil, tan noble”. “Qué frase le acomoda a la persona que sólo mostraba empatía y calidez con uno”, se preguntó este lunes, tras recibir la noticia de su muerte. “Con qué palabras se podrá cubrir la ausencia de Kike. No hay mucho de dónde elegir. Como colega y persona, enriqueciste la vida nuestra, la de tu gente, la de tu familia, la de tus amigos. Tu vida hizo un poquito mejor al mundo”. Brindó por eso.
Ewald Scharfenberg, colega venezolano, co-fundador de Armando.info, se acuerda de otra cualidad: la paciencia. “Lo comprobé en las sesiones de Jurado del Premio Latinoamericano (de periodismo de Investigación, en el que Flor fue coordinador), en las que sin poner peros se prestaba a transcribir con un orden inteligible el resultado de nuestras discusiones, que no siempre seguían un hilo. O en las ocasiones que desde el Herald hizo coberturas conjuntas con Armando.info: para él no había nudo, polémica o carencia que no tuviera cómo abordarla de manera paciente y positiva”.
“Kike ha sido con toda probabilidad una de las personas (por no decir tajantemente, la persona) más llevaderas y mejor dispuestas que haya conocido”, agregó Scharfenberg. “Estoy seguro de que habrá muchos premios y credenciales para dar fe de la calidad profesional que Kike mostró durante su carrera. Pero hoy quisiera destacar que fue, sobre todo, una gran persona”, concluyó este lunes.
Su colega peruana Melissa Pérez lo conoció cuando era estudiante universitaria y se presentó a golpear la puerta de la Unidad de Investigación de El Comercio. Lo define como “maestro del periodismo decente, comprometido y de servicio al ciudadano en los años más fieros de la prensa investigativa peruana”. “Jocosamente me decía ‘doctora’ y siempre tuvo la paciencia de responder mis inquietudes y consultas de estudiante ávida por aprender. Siempre fue un maestro del periodismo”.
Sencillez y solidaridad son otras dos cosas de las que estaba hecho, sostuvo Alexander Marin, periodista de Bogotá. “Se destacó por su don de gente” y “su disposición de compartir sin reparos su conocimiento a los periodistas”. Pidió paz en su tumba.
De enseñanzas
“Kike fue el primer editor de investigación que me guió en la que para mí ha sido una de las mejores piezas periodísticas que he producido -contó Maynor Salazar, periodista nicaragüence-. Su paciencia, dedicación y el constante aprendizaje que me transmitía en las sesiones de edición fueron de gran ayuda no solo para terminar aquel primer gran reportaje, sino para desarrollar mi carrera profesional”.
“Kike tenía la increíble facilidad de cuestionar tu redacción sin que te sintieras mal -resaltó el periodista de investigación-. Al contrario, su manera apacible pero aguda te hacía pensar en que no solo tenía razón, sino que era el mejor camino para lograr la publicación. Me quedo corto para agradecer todo lo que me enseñó. Pero si debo resaltar dos cosas me quedo con dos frases que me dijo en aquel 2014 y que hasta ahora continuó aplicando: uno, el buen prereporteo marca el éxito de una investigación periodística; dos, si un día te bloqueás y no sabes cómo arrancar ante tanta información que tenés a la mano, levantate del escritorio, caminá, respirá y regresá cuando estés despejado”, afirmó Salazar.
Ginna Morelo, otra premiada periodista de investigación, colombiana, recordó a Enrique Flor como “el gran periodista que me acompañó cuando me sentí perdida y confundida en una investigación sobre tierras en mi región”. Sensible y corajudo, lo definió, y rememoró las numerosas conversaciones que compartieron vía messenger los últimos tres años. “Me enseñaste, siempre, que la vida es movimiento y cambios. Y que la tarea, es no temerles”.
Mauri König, periodista brasileño, investigador, despidió a su amigo con un mensaje: “Tú no tienes idea del bien que me hiciste cada vez que hablábamos. Nuestras conversaciones sobre la vida y el periodismo me ayudaron en los momentos de incertidumbre. Tú siempre tenías una palabra de aliento que levantaba a los amigos. Más que un periodista excepcional, eres una persona que hizo del mundo un lugar mejor”. Le agradeció por todo eso. Le agradecemos por todo eso.
Desde Lima, el periodista Oscar Libon aseguró: “En tiempos de crisis para la profesión periodística, una conversación con Kike te volvía a dejar en claro qué debería ser nuestra prioridad: el bienestar de las personas, una sociedad más justa para todos. Sobre todo enfocado a los más necesitados, que parecía evocar cada vez que pedía poner en alto volumen la canción ‘El baile de los que sobran’ -otra de Los Prisioneros-, al final de las largas conversaciones que a veces terminaban al alba. Alegre, honesto, generoso, humilde, un extraordinario ser humano”. Libon le deseó: “Vuela alto”.
“Sin duda, Enrique Flor fue uno de nuestros mentores. Uno distinto, lleno de humildad, pero con un gran conocimiento que compartió generosamente con los recién llegados. Pierde mucho la región con su partida física, pero en su ejemplo siempre habrá una luz”, dijo el periodista Octavio Enríquez, quien lo extraña desde Nicaragua.
“En estos últimos tiempos de su vida, él fue valiente en compartir en sus redes sociales cómo iba avanzando en su recuperación, cómo iba dando cada paso para estar mejor”, afirmó Milagros Salazar Herrera, periodista de investigación y directora de Convoca.pe. “En ese proceso de rehabilitación volvió a trabajar, a pararse de nuevo con esa entereza, con esa fuerza que lo caracterizaba y también con esa alegría. Siempre ha sido un hombre alegre, que te saludaba con una sonrisa y tenía una palabra de afecto para cada uno de nosotros”, agregó.
Milagros Salazar Herrera, Enrique Flor y Catalina Lobo-Guerrero
De Mariana
Paulette Desormeaux, periodista chilena, investigadora, fue una de las que recordó otro pedazo de Enrique Flor, su motor, su Mariana, su hija. Ella supo definirlo como su “héroe” cuando le escribió una carta en vida a su padre. Él la publicó orgulloso en su perfil de Facebook.
“Kike fue un colega generoso y alegre, siempre dispuesto a dar lo mejor de sí. Admiro profundamente su voluntad y esfuerzo por recuperarse. Estoy segura de que siempre lo inspiró su amor infinito por su hija Mariana, de quien siempre hablaba y de quien se enorgullecía. Famosos son los videos de ambos cantando en el auto y su alegría por la pasión de su querida ‘Marianita’ por la banda musical Los Prisioneros”.
Desormeaux siente el vacío que deja la partida de su amigo. “Ejemplo de hombre bueno, de profesional íntegro y generoso”, de “alegría y gran corazón”.
Su colega Torres también recordó a “un gran padre” y “un sabueso incansable”. “Mi última videollamada con el buen Kike Flor fue a mediados de 2020, cuando muchos nos replanteamos qué era lo prioritario en nuestras vidas en la pandemia y cómo podíamos seguir haciendo periodismo a pesar de las circunstancias”, afirmó.
De coragem, dicen los colegas brasileños
No para todos es automático, ni tan fácil ni natural trasladar la cualidad de valiente periodista a valiente. Tras el primer accidente cerebrovascular de 2017 y su primera etapa de recuperación para volver a hablar, escribir, caminar, valerse nuevamente por sí mismo, sin silla de ruedas, sin bastón, su hermana Mariella vino a buscarlo desde Lima. Quería que continuara su rehabilitación en Perú y Enrique Flor pasó una estadía en Lima con su familia. Logró avanzar todavía más con su recuperación, siempre disciplinado y riguroso con las terapias e indicaciones de médicos y terapistas. Incorporó la hidroterapia.
Llegó a tomar 18 pastillas diarias pero su medicina se combinaba con otras cosas. “Venir a Lima es una risoterapia constante”, decía Kike.
El Nuevo Herald le había guardado su puesto así que pudo regresar a Miami a su trabajo de manera gradual, en marzo de 2018. Aún tenía amplias dificultades para movilizarse. Volver lo entusiasmó y ayudó en su recuperación.
El 15 de febrero de 2020, nos escribió: “Sabes, después de tiempo me pongo una camisa y corbata. Supongo que con el paso del tiempo será más fácil”.
Cuando las terapias tomaron mayor intensidad y comenzó a notar mejoras en su pierna izquierda y mayor independencia de la silla de ruedas, llegó el Covid-19. El aislamiento, la soledad y las dificultades para movilizarse y continuar con la rehabilitación hubiesen detenido a muchos, pero no a Enrique Flor. Continuó con las indicaciones de sus terapistas en su domicilio como un monje Shaolin.
Con el avance de su rehabilitación se propuso escribir un libro sobre la osadía de volver a aprenderlo todo, hasta enseñarse a sí mismo cómo ordenarle a sus dedos que se muevan, pero también sobre la solidaridad de sus terapistas, de sus seres queridos, amigos y colegas, de sus lectores, de sus fuentes, de sus rescatistas con los que buscó incluso reencontrarse. Estaba profundamente agradecido. Lo documentó todo, de una forma u otra: videos, partes, audios.
A pesar de la soledad, siempre tuvo amigos dispuestos a pasarlo a buscar para pasear por Miami o Lima o cenar y dormir en sus casas cuando iba de un departamento a otro. Contó que aprendió a no victimizarse. “Me llevo lo mejor de Kike, esa fuerza, esa determinación, esa amabilidad, esa sonrisa, esa valentía para vivir a plenitud, con entusiasmo y con alegría hasta el final”, dice su colega Salazar Herrera desde Lima, con admiración.
En abril de 2019, ya estaba de nuevo trabajando en la calle, en parte gracias a la ayuda de sus colegas del periódico, quienes incluso lo trasladaban a sus notas, contó Kike en varias conversaciones.
“Un ejemplo de dedicación y coraje que nos hará mucha falta”, dijo la colega brasileña Daniela Arbex. El periodista ecuatoriano Christian Zurita, del medio Periodismo de Investigación, decretó en medio del dolor: “No puede existir el olvido para aquellos que dejan huella”. “Quienes seguimos su carrera, quienes en ciertos momentos incluso colaboramos profesionalmente, sabemos que se abrió un espacio que no se llenará”. Le retumba su risa, su “sello de reconocimiento”. “Sus esfuerzos por sobresalir profesionalmente en un país lejano”, algo que logró con creces, y “los años de lucha por sobreponerse a los obstáculos físicos nos hace entender que entre nosotros hubo un valiente”, dijo Zurita.
“La primera vez que conversé con Kike Flor fue en Uruguay en el marco de una de las actividades de Colpin, hace muchos años -se acuerda Hugo Machiavelli, periodista argentino-. Luego nos vimos durante la cena de entrega de los premios en Buenos Aires, Argentina, era su primer viaje después de haber tenido el primer accidente cerebrovascular. Lo vi feliz y con ganas de recuperarse”. Fue “un buscador de la verdad; un cronista que dejó registrado por escrito el día a día de su recuperación luego de su primera enfermedad; un inspirador que deja una huella y legado imborrable”, agregó Machiavelli.
En agosto último, contó que tenía comprado su pasaje a Lima para diciembre y tenía un objetivo claro para esa fecha: le dijo a su nueva terapista que quería que sus hermanos lo vieran caminar. Kike ya sentía la pierna izquierda más fuert